San Manuel González, "eucaristizador" de Huelva

Dar a conocer la figura y la obra del nuevo santo, haciendo memoria de su paso por Huelva como evangelizador-"eucaristizador" de la comunidad cristiana, haciendo de su legado pastoral fermento para el presente y el futuro de nuestra Iglesia. Ildefonso Fernández Caballero

martes, 26 de julio de 2022

SAN MANUEL GONZÁLEZ, CRONOLOGÍA AGOSTO

EL MES DE AGOSTO EN LA CRONOLOGÍA DE SAN

 MANUEL GONZÁLEZ

=====


En agosto de 1911 intervino en las Celebraciones 

Colombinas y escribió sobre ellas en “Granitos de sal. 2ª 

serie”.

«ESAS FIESTAS VERTIGINOSAS»

Ildefonso Fernández Caballero.


Las Fiestas Colombinas comenzaron a celebrarse en Huelva en el año 1882, como homenaje a los marineros de esta tierra que partieron desde el puerto de Palos, junto al Almirante Cristóbal Colón, rumbo a las Indias. La fecha del 3 de agosto fue escogida por Colón y sus acompañantes en la empresa descubridora de América, no sólo por razones técnicas de navegación sino también en relación con la fiesta de Nuestra Señora de los Ángeles, que celebraron con solemnidad el 2 de agosto en la Rábida, como se hacía en todos los conventos franciscanos, y en Palos de la Frontera como fiesta patronal. En la mañana siguiente a la festividad, fue cuando las naves desplegaron sus velas a los vientos del Atlántico.
Las Colombinas onubenses cuentan, entre otros, con el singular privilegio de la vivencia personal y el testimonio de un santo, D. Manuel González,  canonizado el 16 de octubre de 2016.
Cuando don Manuel  llegó a Huelva, en marzo de 1905, las Colombinas onubenses celebrarían su vigésima tercera edición.

Más tarde, en 1911, el párroco de San Pedro escribió su libro “Granitos de Sal-2ª Serie”,  En él figura un capítulo que titula “Descubriendo mundos”. Bajo el subtítulo “Un viaje al país de los limpios”, toma pie de las fiestas Colombinas para hacer un comentario sobre el texto evangélico “Bienaventurados los limpios de corazón”:









En agosto de 1907, después de

comprar y derribar dos casas anejas a 

la antigua iglesia de San Francisco, D.

Manuel dio comienzo a las obras para

las Escuelas del Sagrado Corazón.

En la imagen, las Escuelas en su 

actual ubicación. 



Ildefonso Fernández Caballero


No se había cumplido aún el primer año de la llegada de san Manuel González a la Parroquia de San Pedro. Le había conmovido profundamente “el espectáculo de centenares de niños arrojados al arroyo”. En abril de 1906, empezó su primera aventura en el campo escolar:“nos echamos a la calle a hacer unas escuelas muy grandes, muy buenas, muy cristianas y absolutamente de balde para los niños pobres”.

¿Dónde encontrar el lugar mínimamente adecuado para tan urgente necesidad?
Una Real Orden de 24 de enero de 1823 había impuesto la supresión del convento franciscano de Huelva, entre otros de la misma orden esparcidos desde antiguo por la provincia. A partir de ese momento, una parte de los frailes se trasladó al convento de Moguer, mientras que otros cuatro religiosos franciscanos permanecieron todavía en la casa de Huelva hasta 1834. El día 28 de agosto de 1835, el convento de San Francisco pasó finalmente de derecho y de hecho a disposición de la Junta de Enajenación de Edificios y Conventos suprimidos. La iglesia, exceptuada de la desamortización, permaneció abierta al culto y subsistió, con todos sus altares, imágenes, pinturas y enseres, como ayuda de la parroquia de San Pedro.
Cuando don Manuel González llegó a Huelva, el templo de San Francisco estaba muy deteriorado . Y la huerta del convento, desaparecida su vieja noria, se había convertido ya en plaza del barrio.





El primer viernes del mismo año puso en marcha la 

operación evangelizadora que llamó 

“Los Ángeles de la calle”.

D. Manuel descubrió en Huelva la existencia de estructuras sociales y culturales que mantenían a la mujer onubense en condiciones de inferioridad. El obstáculo mayor al reconocimiento de su dignidad, tanto en el ámbito familiar como laboral y social, era el bajo nivel de alfabetización. Si se quería que la mujer encontrara caminos de progreso, había que atacar en la raíz la causa de su postración y marginación. Sus piadosas y más cultivadas feligresas de San Pedro no podían permanecer indiferentes ante la situación y había de convertirse en agentes de la promoción cultural y social de sus convecinas. Un día se dirigió don Manuel ayudó a sus devotas feligresas a hacer un juicio evangélico: “El Corazón de Jesús os pide un favor; quiere que toda la que sepa leer su devocionario y escribir una carta y, sobre todo, la que sepa a amar a Dios y a la Virgen Inmaculada, se dedique a enseñar a leer, escribir y amar, a muchas jovencitas que no saben nada de esto”. Para actuar, organizaron, en los mismos locales de las escuelas de San Francisco, clases nocturnas de alfabetización de adultas. Se reunieron allí unas cuarenta maestras y alrededor de ciento cincuenta alumnas. Y todas salieron beneficiadas: las maestras porque hicieron algo práctico actuando sobre el ambiente de las jóvenes trabajadoras; y éstas porque se promocionaron humana, cultural y religiosamente. Inopinadamente la oposición surgió de los novios de las chicas, a los que hoy llamaríamos “machistas”: “Ellos tan guapos, tan libres....y como movidos por una consigna aparecen rodeando la escuela aparecen rodeando la escuela...capaces de hacer cualquier cosa...La escena tenoril se repitió cuatro o cinco noches más hasta que por el testimonio de ellas y por sus propios ojos se convencieron de que...ellos resultaban tan favorecidos como ellas”.
(Vida 171)

En las Escuelas del Sagrado Corazón estableció también don Manuel clases nocturnas para obreros a las que asistían unos ochenta muchachos. De impartir las clases se ocupó un grupo de muchachos.
A los hombres y mujeres, chicos, chicas, niños y niñas de todas las clases sociales, dispuestos a trabajar en íntima unión con sus sacerdotes, a exponer a toda la comunidad sus propios problemas y los del mundo circundante y las cuestiones que se refieren a la salvación temporal y eterna de los hombres, para que sean examinados y resueltos con la colaboración de todos y a dar su personal contribución en las iniciativas apostólicas, los llamaba don Manuel “chiflados”, es decir, enamorados de su vocación cristiana y apostólica, y dispuestos a penetrar, como levadura, en la masa del pueblo para instaurar el reinado de paz y de justicia del Corazón de Cristo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario